Fui al supermercado y me llevé sin pagar el trabalenguas de la tapa del libro de trabalenguas:
¡Qué triste está Tristán! Tras tan tétrica trama teatral.
Mi vida en Rosario
20 Sep 2007 Deja un comentario
en Cuentos
Fui al supermercado y me llevé sin pagar el trabalenguas de la tapa del libro de trabalenguas:
¡Qué triste está Tristán! Tras tan tétrica trama teatral.
15 Abr 2007 1 comentario
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09 Abr 2007 Deja un comentario
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Confieso que de esto yo no me daba cuenta porque él fuera de su casa se comportaba normalmente, y cuando nos encontrábamos en ella los temas de nuestras conversaciones me absorbían lo suficiente como para no prestar atención a las imperceptibles rarezas de mi amigo. Tampoco soy muy observador, y la discreción de mi amigo casi era superada por la mía propia.
Algún tiempo después, él se negó a comer en su casa, a que ella le lavara la ropa y a que lo tocara o le tocara algunas de sus pertenencias. Ella, su madre, me dijo confidencialmente, bajo implícito juramento de no revelar nada, era bruja y quería matarlo por alguna perentoria razón.
No sin cierta alarma escuché tal revelación, temiendo, ya que no por la vida de mi amigo, sí por su salud mental. Agregó posibles pruebas de llamadas telefónicas, olores extraños, pociones mágicas, vinagres, frases desacostumbradas, la decadente situación económica de la familia y su mala suerte constante.
Agnóstico y racionalista, no creo que a las infortunadas casualidades puedan llamársele brujería. Además, su madre, si es que no me simpatizaba, al menos no me daba ninguna razón para desconfiar de ella. Creía que ella, una mujer normal, tal vez demasiado complaciente, lo trataba razonablemente bien.
La posterior noticia de su desaparición no me asombró mucho, ya que decidí que mi amigo se había ido debido a sus temores y a su inequívoca insania. Su destino me preocupaba porque en su estado podía sucederle algo malo –si es que no le había sucedido ya-.
Lo encontré, finalmente, en mi propio jardín; me aseguró que su batracia vida no era tan mala.
Todo era cierto. Ahora era un sapo.
Mariela Torres
30 Mar 2007 Deja un comentario
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Por supuesto que al hecho de que las letras se movieran lo atribuí al cansancio de mis ojos debido a mis interminables horas de lectura; y al líquido rosado lo asimilé a jarabe, champú, yogur, granadina o jugo de frutillas.
Algunos días después cuando empezaron a llover margaritas en mi jardín creí que se trataba de un hecho publicitario.
Un día oí que la tortuga me llamaba, pero cuando me acerqué el quelonio fingió una muda indiferencia.
Tiempo después supe, a través de una carta, que magos invisibles se habían reunido para iniciar a algunos elegidos. Yo podía encontrarme entre ellos si es que así lo deseaba. Para eso habían estado tratando, infructuosamente, de comunicarse conmigo.
Al principio dudé, pero a pesar de mis objeciones acepté. No me arrepiento, ya me está saliendo bastante bien hacer aparecer claveles en las orejas de la gente.
Mariela Torres